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Paramnesias reduplicativas y desconciertos (I)

Javier Paredes Chi


La escalera de costales, ingenio de don Jesús, subiendo a la entrada del recinto en proceso, enmarcados por los palos metidos a mazo y las guadas cortadas a pulidora: estamos a cinco costales de tocar el camino de cemento: al conductor se le bajó el jugo de la naranja; las articulaciones del sobrino, panelero en Urrao, se desacostumbraron al mango del machete; yo apisono la tierra y piso las bocas con las barrigas de los costales... y don Jesús escarba a palín.

Veo, manos en la cadera como un contramaestre, al relojero entrar con un palo a la casa, al de la luz con un vaso de gaseosa contra el ventanal, y los de la megaconstrucción de adobes pasando con botas y sin camisas, y el tronco marchito que recibe el peso de una escala...

«¡Voy con otro!»

 

***

 

Paso en chanclas el umbral, la barriga pidiendo cuido, tras fijarme que las ninfas alemanas no se metieran a la baldosa de la cocina, debajo del pollo, a los trastes o al marco de las puertas, hablando con Lisi de su hamburguesa que confundí con pastel de zanahoria con nuez y natilla y buñuelo, ¿de dónde se saca natilla sino de la guardada hace cuatro meses?, y bendiciendo que hoy la reunión era para Navales y Yaniris y no para nosotros.

¡Ve, un deja vú!

Cuéntelo...

Pero no sé si lo viví en otra vida —lo creí posible o en esta, más pequeño...

«Ayudando a pintar la casa, con mamá, para arrendarla... Lo que no me queda claro es si esta habitación la habían adecuado para entonces... Esto, por los baldosines, era del baño que pasaron a otra pared...»

 

El Pedregal, abril 23 de 2024

 

 

Yendo a sacar a la perra, el yarumo exuda el aguacero, dos amores y un cachorro vienen hacia mí: bajo la mirada, complejo inferior, esa estupidez de no saber si me van a saludar, como si no pudiera saludar yo a un desconocido o a un conocido, a un tío o a un buena gente que se va a gastar los sesenta del día. Y al subir la mirada, al coger aire del intelecto, ya no están los dos ni la cola: me estrujo la memoria primaria, aprieto las cejas y, al subir, los veo entrando al primer piso, el hombre con las llaves y la señora cargando al cachorro... como si en realidad vinieran conmigo a los interiores veredales...

 

***

 

La mujer de ojos salidos, bolso vainilla, acompañada de una viejas con papeles, pasa a mi izquierda: yo, rumbo al corazón moreno sentado en las tablas de centro comercial, la veo de reojo, medio circulo el pescuezo y de ahí no pasa...

Dejo a la morena en la estación, libre ya de bolsas y de manotazos, y entre volverme así, lleno de orines, a la casa, o entrar a los baños gratis, asistidos por las aseadoras y siempre con una puerta de inodoro cerrada, decido vaciar el grifo, y, en la caminata con los sentidos opuestos, la mujer de los ojos, el bolso colgante, el cabello hacia atrás y la pachocha, camina a mi izquierda.

Y calcule tiempos y rasgos y dígase si es o no es o comprométase con una verdad y siéntase insatisfecho de sus resultados: sentirse engañado, padecer una estafa, no ser cómplice de los hilos, huir de la conclusión...

¿Fui también repetitivo para la ojisuelta?

 

El Pedregal, mayo 11 de 2024

 

Dormimos en una de las cinco piezas, solo tres ocupadas, de la casa en Aguas Calientes.

La cosa es que nos acostamos y, a medianoche, tomo agua después de cepillarme, me dio por orinar: de suerte que estaba en el borde, me ensarté las chanclas aplastadas y fui en calzoncillos, el sueño me quitó la vergüenza, al baño al frente del cuarto de los cabecillas, cuidando, a paso de somnífero, de no chocar contra los muebles o contra el soporte de las llaves o con un perro o un gato de los que encerraron afuera.

No prendí la luz ni ajusté el pasador y apunté fuera del agua para evitar el chorro de caballo y no vacié por indicación previa.

Y a Lisi le dieron ganas, neuronas espejo o envidia, y se arrastró del rincón por sobre mí, se puso las sandalias de goma, suspiró antes de pararse y corrió la cortina.

Al pasar de la cortina, sin mediación de recorrido, sin demora por cautela, oí el chichí de Lisi dando las buenas noches, haciéndose ver largo y abundoso, abriendo agua. Entonces me forcé a rehacer mi ida y a compararla con la de Lisi, pero no supe, o quizá encontré sosiego en que pudo funcionar así tras diez años y algo, cómo se teletransportó y cómo ya venía a correr la cortina y a hacerse en el borde porque conquisté el rincón.

 

Barbosa, mayo 13 de 2024


___

delatripa, Matamoros, México, año 11, nro. 81, mayo-junio de 2024.

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A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

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