Ir al contenido principal

Para que nadie vea

Farmento de la portada de Milagros Sefair


El campo está despierto alrededor de ti en el cuadro

Najwan Darwish: Elegía de un niño dormido

 

Sobre los escombros de tu casa, niña,

y abrazando un peluche

si es que te enteras que lo abrazas

único muelle entre las rocosidades y los edificios maltrechos

estás.

Fátima Shbair te fotografió en Beir Hanoun, Gaza,

cuando los palestinos reponían sus albergues

intervalo de cese al fuego.

¿Es tu hogar, niña, y son esos edificios

agujereados y escuálidos

los hogares de tus vecinos?

Once días de combate

para una calma

desde la cual divisas

como si hubieras aparecido allí

la devastación que figuras en tu contra.

 

Quién sabe si la niña

cuando abraza al peluche

es al peluche a quien abraza...

O quién sabe si es a alguien más: a quien no ha encontrado.

 

Pero, repito, quién sabe:

todavía nos aturden las bombas que, ¡lástima por ellos!,

no dieron en el blanco...

Y nos aturdirán las próximas,

las que terminarán la misión de pulverizar el cemento

para que nadie abrazando un peluche vea una ciudad moribunda

error de un «vergonzoso» fracaso operacional.

 

Itagüí, febrero 28 de 2023


___

Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina, Buenos Aires, Argentina: Ediciones Solidaridad Pueblos en Lucha de la Internacional de Escritores Insurgentes, 2023.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

«Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina»

Volante Presentación enmarcada en la iniciativa española "Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio" del 20 de enero (enero 21 de 2024).

Colado

A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

De San Rafael

Hombre cargando bulto , Diego Rivera, 1937 La cabeza ladeada, ¿por los costales llenos de tierra, los bultos de cemento, las piedras de moler que vende como adornos a billares (y reclama llevándoselas cuando no le suman al primer pago)?, el pantalón de dril embombado por las botas, la camisa abierta los primeros botones, un bigote desde los años en que tuvo los hijos y un dar de mano que extiende como si buscara apoyarse, tomar por la punta de un pelo la bebida. Al caminar sin nadie, habla solo, se lleva los dedos a la boca y se la delinea, se rasca el cabello corto, de un amarillo pasado al sol, y se seca la cara con la tela donde monta el bulto; es posible oír a lo lejos aparentes incoherencias que interrumpe: —¡Quiubo peinillero! Sabe el apellido de todos los que vio nacer y de los viejos que remodelan sus casas; a la nieta, cuando el papá la monta en el tanque y sale con la esposa, y Gonzaga viene de la panadería, de invitar a periquito con buñuelo al que le regaló un martillo y un...