Ir al contenido principal

Fosca insondable

Pérez Mekem, 2024


Albergan al trueno bosques empantanados

y la rama que prefigura los escondites

del pluvioso silbo entre consignas y humos de olla.

Los cinturones chocan con los arbustos

despliegan la zarzamora en telas que van lavando

con el correr de eternidades a trocha abierta

y el respirar encima del pelaje

los deseos del puma por elevar el eucalipto.

No solo hueso y prenda

se salvan y exhiben la juntura de corrección

que carcome grasas y concibe claridades

donde las epífitas velan el andar en círculo.

Los aguaceros anidan en las botas

y llenan el surco de la serpiente

y caen en lomos que buscan cuevas

que acompañen el eco del jadeo

o permitan secar la leña y la carne rescatada

a la descomposición primaveral.

Qué nubosos embriones

mono aullador y tigrillo

que pasan al acaso por el oteo iluminado

la precisión milimétrica del anolis.

Guardan las piedras hongos que iranse a comer

y saltarán de hipo en caravana

al tesoro que se sirve con branquias y volvas

y es arrancado para triturarse en ácidos

que catapultan la boca y repiten los exploradores

encapuchándolos en monásticas conquistas del lodo

suavizando el adusto raigal

con pruebas de capullo y orden.

 

El Pedregal, octubre 3 de 2024


___

Leído en el IV Encuentro Internacional de Poesía de Xochimilco en Trajinera, El Arte de Soñar Despiertos, Xochimilco, México, octubre 12 de 2024. Lepan Poetry, Camerún, núm. 3, diciembre de 2024

Comentarios

Entradas más populares de este blog

«Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina»

Volante Presentación enmarcada en la iniciativa española "Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio" del 20 de enero (enero 21 de 2024).

Colado

A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

De San Rafael

Hombre cargando bulto , Diego Rivera, 1937 La cabeza ladeada, ¿por los costales llenos de tierra, los bultos de cemento, las piedras de moler que vende como adornos a billares (y reclama llevándoselas cuando no le suman al primer pago)?, el pantalón de dril embombado por las botas, la camisa abierta los primeros botones, un bigote desde los años en que tuvo los hijos y un dar de mano que extiende como si buscara apoyarse, tomar por la punta de un pelo la bebida. Al caminar sin nadie, habla solo, se lleva los dedos a la boca y se la delinea, se rasca el cabello corto, de un amarillo pasado al sol, y se seca la cara con la tela donde monta el bulto; es posible oír a lo lejos aparentes incoherencias que interrumpe: —¡Quiubo peinillero! Sabe el apellido de todos los que vio nacer y de los viejos que remodelan sus casas; a la nieta, cuando el papá la monta en el tanque y sale con la esposa, y Gonzaga viene de la panadería, de invitar a periquito con buñuelo al que le regaló un martillo y un...