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El líquido

Grayscale Media, 2024


Nuestras bocas están igual de secas que los grifos, expectantes de un chorro que ascienda con la presión suficiente para rellenar la tubería, ya que el pozo que tenemos no podemos usarlo, y sorprender los tarros y los bidones vacíos con un tanto de agua que sirva para las ollas y una que otra herida resecando la pierna. Es de noche y el pequeño se acurruca frente a la llave, invocando el agua, atrayéndola, absorbiendo la corriente en donde sea que languidezca, tan lejos de las lonas y las telas regadas, colapsando la capacidad del refugio, las bocas que puede alimentar el número que estaba planeado, bebida por la premura de otra parte: del muro para allá, donde la tecnología de riego avanzado y la agricultura de precisión no es demolida, y aguardan el fruto mas no el simple líquido, la gota que nos podría endulzar la lengua, esponjar un poco la resquebradura; se imagina yendo a gatas por el tubo, girando con las circulaciones de la distancia y escalando la parte final, donde lo apuntan con un fusil de asalto, le confiscan la botella, «arma cortopunzante», «bomba artesanal», y se desliza como un bulto, sin fuerza que lo devuelva al campamento, piedra que detendrá el chorro nunca ha de  surgir.

 

El Pedregal, enero 20 de 2025


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Bitácora del Pequod, «Agua», México,  vol. 2, febrero de 2025

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A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

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Hombre cargando bulto , Diego Rivera, 1937 La cabeza ladeada, ¿por los costales llenos de tierra, los bultos de cemento, las piedras de moler que vende como adornos a billares (y reclama llevándoselas cuando no le suman al primer pago)?, el pantalón de dril embombado por las botas, la camisa abierta los primeros botones, un bigote desde los años en que tuvo los hijos y un dar de mano que extiende como si buscara apoyarse, tomar por la punta de un pelo la bebida. Al caminar sin nadie, habla solo, se lleva los dedos a la boca y se la delinea, se rasca el cabello corto, de un amarillo pasado al sol, y se seca la cara con la tela donde monta el bulto; es posible oír a lo lejos aparentes incoherencias que interrumpe: —¡Quiubo peinillero! Sabe el apellido de todos los que vio nacer y de los viejos que remodelan sus casas; a la nieta, cuando el papá la monta en el tanque y sale con la esposa, y Gonzaga viene de la panadería, de invitar a periquito con buñuelo al que le regaló un martillo y un...