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Tienda y alrededores

Des glaneuses, Jean-François Millet, 1857


Los zancos suspenden el andamiaje; en torno al líder se anchan las cidras. El camino se ha encargado de reventar lo que cabe en una boca de servidor público que a falta de competidores le llaman doctor. Es una encrucijada: hacia donde se mire, la horca, «que se representa de color amarillo para indicar que su materia es de luz consensada, es decir, el pensamiento fijado», presiente las baterías, atrae a la amarrada hasta desatar su respiradero. Y la dirección que se obstine manejará el hocico pateado, rellena y predice los navegantes que no tienen escapatoria. El todo se descuece, levanta el inquilinato, da voces para erigirse rey que detecta el centro de gravedad en la cúrcuma traída por su consultante, ambos sin mérito para la alcoba del relojero. Desde su canasto y sus medias de puntas húmedas acontece la cáscara de los infortunios, se desmiembran las sartas que van a dar con la molicie. Y quizá la mano posada en el capó instale las bandas, ubique los niños sedientos, los escudos enemigos, y alargue la calle que en un vistazo reúne legumbres, uñas postizas, fotocopias, remates y señoras en la reja de sus poderíos, solo asomadas para el resto de la vejez, anunciando visitas sin interesarse en regalos ni en cumplidos: eso para el que gatea, el loro, los disfraces, los cuadros del genio y las notas del último periodo. A corta distancia, la infusión de caléndula es bebida a sorbos, recompone lo inflamado y aligera la garganta que mañana dictará los contenidos al auditorio: Des glaneuses aprendieron con ella a doblar la espalda, a resolver los patrones de la alfombra y encontrar en ellos claves para guiarse en la presentación que en un momento será vertida a merced del cansancio. La argolla, calor de oreja y de nido, permanece en la elevación del entorno, vigila las causas del orden y, por qué no, se retracta antes del pensamiento silenciado, de la coz a la matera; sabe del hábitat, y con agobio se compadece de los rastrojos cercenados y del girasol en la llanta pinchada. Luis Cardoza: «Tendría miedo por aquel fantasma morado y amarillo que se aleja y se aleja sin que cese de pasarme nunca la cola de su traje...»

 

El Pedregal, marzo 5 de 2025


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Catártica, «Amarillo», Xalapa-Enríquez, México, marzo de 2025

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