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| Agonía (detalle), Manabu Mabe, 1963 |
Por ocasión de la despedida, que no serás tan larga como
el tiempo a sus funciones de embeleco y paseador de suelas, va a remetirse el
presente a una consecución de bromas o afiches en la frente del iluso, pasión o
incógnita del enclochetado, verás y creerás o paso al disminutivo, la
puerquecita se resbala del caracolino y nadie la recibe, o le pasan las manos
cuando su cadera ya se desentona del conjunto, formación perniciosa del que cae
sin ser recibido, por mucho que llame grite y lo quieran agarran, y los brazos
del ayudante que levantan al ya caído como si estuviera cayendo, pero la goma
se resiente y las arrugas se enfilan y del vocablo dolor solo se entiende
quítese o no siento las piernas; o el hombro en caso de trastabillar por una
pierna de esqueleto, menino pasmado en hambres y sin quien le sirva a
cucharadas el caldo de pollito nacido al seno de una cobija de nudos
carrasposos, y ahí el dolor sería horizontal valedero de sobadas por mano
cantinera, blanca y semejante a la del padre pescador, fin de la invalidez por
golpe en bus de carga humana semihermética, cartuchos para las estaciones con
senderos de herradura que conducen al buró que expele, saca al miserable del
medio para endosarlo en porquerías varias, una devoción rastrera que es mucho
pedir en tan pocos años de verse como un mendigo y sin molares para responder a
la carne de animal desconocido, se sabe probándolo y regurgitando que faltan
otros por comer, son de gallada amplia, enredados pero cumplidos en las comidas
a no ser que se les pase el horario, por ende se los verá en almuerzo con
desayuno y en cena con media mañana, amplios que son cuando los invita el tío
de problemas gastrointestinales, presidenciable con medidas para cerrar los
ojos, partes médicos sobre edema, sangrado intercerebral, lesiones craneales,
presión intercraneana, bala alojada, craniectomía descomprensiva y
neurocirujanos, resquemores y desgracias que no se esperan en uno, por ejemplo
Miguelito con lo anterior o Andrea con las siguientes, difícil la cosa y más si
persiste en la riqueza de lesiones y de santos encomendados a la recuperación
con posibles traumas, y a ello hay que sumar, porque no requiere sino de mesas
de café y vasos llenos, los que van a sacarle provecho al recurso del hablo, a
la baba cargada en apunte de mediador o guerrerista, en todo caso tiro al aire
y caballos en la panura de nadie comprende, recibe una mujer doblada, en la
cera, con doce o veinticinco tarros amarillos, de diferentes marcas y
presentaciones, sacol inhalado en una esquina de Villa Paula, de reojo con los
dedos entre la malla de la Clínica, y el comentario, opinadores que son los
entretenidos en vueltas, sobre la resistencia del cuerpo y cuán mal responde a un
libresco sin credenciales ni tarjeta profesional, avispado para hacerse el
muerto, cualidad no justificante en concursos de dobles, porque si lo invitan se
desmitifica y aparta las manzanas como si fuera cajero de fruver, lo que es
mejor una monita empolvada, cola de caballo, camisa por dentro y tecleo con una
sola mano, bolsas se nos acabaron gracias por la compra; pero ella cumple su
turno y el doblado se escinde en las dos varas de calle, la parte donde
abrieron hueco los dos obreros para arreglar un tubo, lindo el jardín que
recibe la polución y no la deja entrar llena a las cigarrerías y a la funeraria
que nos tuvo al patriarca, y toma asiento en la mesa de la pastelería, se lambe
las servilletas, rodea el círculo y ve la variación de las corrientes de aire
como una falda alzada y el carro desde abajo permite observarle el todo que
incita a lo mínimo o saca de sus arcas la pertenencia intocable, contentillo que
no va a traspasar los rostros de lo verificable, cuando la burguesía se lanza a
dar a conocer a todos los minúsculos la terminación de un meñique cortado en
verdad difunde y hasta detienen al tío que va al hueco vertical, le dicen las seis
o nueve palabras del título, le dicen que el pobre no lo es, le rezan el
apellido y lo meten para que llueve al mundo de los informados eternos la
cuantía de la operación, las consecuencias, sus familiares y los comentarios
facultativos grabados por una enfermera divulgadora nacional de conferencias en
descanso; «sabe uno que vive», libretita, por el Primer Congreso Mundial León
XIV de la Federación peruana, lo que pone a andar el año y no el José María
Córdova ni lo que se venga en Santa María o en Risaralda, solo comparable con
un encuentro de pedido a la carta más bolso y una misiva de regalo a quien soba
al hombre de las premoniciones, discípulo de voces y rellenador de carpeticas
descuadernadas, por ello que facilitarán el encuentro y la premonición, sabroso
tenerse por futuro y la venganza que se recomponga, cobre matices y arremeta
con la punta del ciego a lo malhablado, cristiana línea de resurrecciones en el
valle de la madera y los agujeros, bastión infranqueable reunido por botellitas
de arena quebrada pusieron a las mirranguiticas cabezonas; el exceso,
«rebuznando de alegría», también debe ser a soplete del cuello del suegro
urraeño que no lo sabe tampoco se lo he confesado falta quitarse de en medio un
brazos de liana y ganarme a los blancos en fiestas de seis horas largas porque
el madrugo y los camiones se apresuran, cargados, a saltarse pueblos y robar
mercancía para el pan del colegio y la torta del cumpleaños en Betania, los
preparativos para comentarle a una esteta en diario de lectura sus cortos y
viejos, anticipo del jueves con el trago comprado y oculto del contador de
cervezas en recibos, porque no lo merecemos y lo planeamos, el goce que nada
determina, la amistad encontrada para refrendarse la copa y el gusto, orejones
del comentario rojo o la parca muestrería, apeñuscados en el cuero roto,
probando de la cabecilla los soles gustosos, preparando para la casa la excusa
que recomponga el genio del santo y los frijoles para la combustión de la tula
rellena; pero lo entonable es que «el lector resulta el ingrediente teleológico
de la literatura» y el aplastado en la lid atávica de poner el brazo en el
hombro para devolver la cabeza del por los almacenes maniquí de una ropa
invisible y expuesta para las pardas trabajadoras y los degustadores de
consuelos, rufianes bajando navaja y dueños de plátanos sirviendo a los
negociantes, la intrépida glorificación del momento consumido por relato que no
llega a la correspondencia de la amada santa y siempre enclaustrada en sus
dominios notariados, presentes ante los recibidores angelicales para que le
traspasen las alcobas tal cual fueron pensadas por ellos al pasarse y plantar
el fuego, la cocina, el baño baldoso, el estuco y los gatos en sus respectivos
umbrales de ventana, merecedores de un susto desganado, de una pregunta por el
duelo de los mortales.
El
Pedregal, junio de 2025
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Herederos del Kaos. Arte y Literatura, San Francisco-Barcelona (EUA-España), julio 13 de 2025

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