Sobrepasó el techo de la granicería con el sombrero
ladeado y testeó la intermitencia de la brizna que apuraba al chancero de una
sola pierna, al avance en retroceso no importa quién se choque pobrecito contra
él; a las encarnizadas en montarse al ferrocarril museologizado, del que sacan
partes de exposición en donde hay cafés pudientes y galerías con minuciosos
vendedores de corbata y chanclas, para sacarse unas fotos con lo que no
circulan más que en oficina; y a los, ya es mucho más de tres, indecisos si en
El Bombo o al Pilón, donde, en el espacio abierto de la casona, tienen
encerrado al loquito cuya primera vista es en fotos de colegial y un cumpleaños
de cachaco, lo arreglaban las cocineras, y ahora no es más que un hombre
sentado en su cama, mirando a un cuadro irreconocible, él en aquellos tiempos
(?)... Le da igual la movida, porque no le afecta, y mete la mano en la bolsa
de culonas, su entretenimiento bucal, relación con los soldados tomándose su
sopita o galanteándole a las camareras, y los trajes ceremoniales con mujer e
hijos en la estación, «unas flores pobres creciendo entre los rieles»,
esperando que salga su contrincante, el desafío en la trocha a nueve días de
amenazarlo, él que se deja de los gocetas y ensilla los alazanes de los
patroncitos, y apenas lo ve, lo estruja con sus manos guardadas, le desarma y
se queda ahí, pensativo, retomando el manjar bajo lo seco, diligente para las
dudad turísticas, se presta de guía y calificador de almacenes, retomando su
descanso. Y da las gracias porque le renuevan apenas iba a irse a regar la bola
no de su hombría, con los amplios y aguantadores, sino del «Calor tan bravo de
la mañanita para haber ese aguacero que ni pudieron recogerlo de una porque las
calles estaban tetiadas y la gente era que “¡Arrimen ayúdenlo!”» pero nada de
eso, el general habla a sus tropas desde un escampe.
Aguas
Calientes, agosto 7 de 2025
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Elipsis, Heroica Matamoros, México: Elipsis Ediciones, agosto 12 de 2025
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