| Convergentes, Gonzalo José Bartha, 2018 |
En París, como en Boloña, eran muchos los mancebos que, sin estudiar,
solicitaban el diploma de licenciado no con la intención de la enseñanza, mas
sí con el deseo de condecorarse con un título, afirma Langois en una nota al
pie de Aníbal Ponce. Trata sobre la dignidad del birrete, la toga, el anillo y
el libro que nivelaba a la burguesía con la nobleza «de espada y cruz» en los
inicios de la universidad.
Actualizándola al siglo XXI, y estando a esto de recibirse
como licenciado, apenas con un estrén y un almuerzo, que ya es mucho y no se
queja, sin anillo (para él era exclusivo de quinceañeras, compromisos y
matrimonios), sería así: en Medellín, como en Cali, eran muchos los táparos
que, disimulando estudiar, alcanzan el título de licenciado, no para ejercer,
sino con el deseo de suplir el tiempo perdido ante los familiares, la mayoría abachilleratos,
y de timbrar los correos con la abreviatura antes del nombre sin distinción.
Aguas Calientes, marzo 23 de 2025
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Papeles de la Mancuspia, Monterrey, México: UEGEH, n.° 119, agosto de 2025.
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