La elegida
Los
ojos se le fueron cerrando. A lo mucho prendía una vela. Los familiares se
encargaron se hacer de la casa un abandono de tres personas que fue, con el
tiempo, de solo dos: la madre y la hija. Poco se hablaban, y más teniendo en
cuenta que la madre utilizó el halo de bruja y aceptó que publicasen una foto de
su hija en el periódico de la región.
Se hablaba de un mal contra la familia, o de un entierro
en cementerio pagano.
La pobre se levantaba a las seis, fingía prender una vela
y llamaba a su mamá para atinarle:
—Manda a la tía vestidos negros.
Y al mes enterraban una querida.
Los que no la sentenciaron la consultaban —y a veces
también los sentenciadores—, de modo que el cuarto pasó a negocio. Solo que
después de los ojos se le entumieron las piernas, y hubo que pasarla de la
silla a la postración de una cama. Como se negó a responder, ni recibía
alimentos, la mamá suplantó sus augurios, aparentando consultarla, acercándole
la oreja a la boca ocupada por moscos, sobándole el cabello que se caía y
besándole la frente-calavera.
Fátima, septiembre 26 de 2025
***
El
entrado
Cuencas
robadas, ojos a carbón, no dibujables, y cara vieja, espanto vengador, anuncio
de los espíritus: tenemos algo pendiente.
Balcón
de casa desolado.
Correos
culpándome, avisando el suicidio, uno antes que otro, hubo forma de prevenir,
la acción aplazada, los temores a la mujer, mi falta de experiencia, mi
brutalidad...
Nadie
sale del balcón cuando nadie toca.
Dentro
de esa casa hay una ahorcada y solo yo puedo sanarle la soga y pasarla a mi
cuello.
San Pío X, enero 29 de 2023
***
Visitante
Del
lavadero de doña Oliva a la despensa, arrastrado, con una obesidad repartida en
cuatro niños en la espalda.
—¿A dónde vas? —oigo cerca de la oreja;
volteo...
Apuro el arrastre, quiero esconderme bajo la
cocina.
—¿Cómo estás? —es la bruja, era los niños, la
cargo y me muestra la cara y sonríe. Asiento con la cabeza, sin poder abrir la
boca, con un taco en el guargüero, y ella responde por mí— ¿Bien?
Y
me libera[1].
El Pedregal, mayo 13 de 2025
[1] Abro
los ojos, trago saliva, veo el techo y pienso que Sara, en ese instante, debe
de estar soñando con el diablo, que le deben de recorrer las piernas unas uñas
ennegrecidas y carrasposas. Y me entero de que estoy bocarriba, justo la
posición en que las brujas aprovechan para ahogar al indefenso.
Club Literario Coatepeque, «Microrrelatos de espantos y aparecidos», Quetzaltenango, Guatemala, octubre 8 de 2025.
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