Negaba pararse de su junto, el abuelo que hacía poco
desaguaba sangre por las ocultencias, y por mucho que trataron de arrancarla
ella decía Con él me muero, sabiendo que retrasaba el oficio, el carro
parqueado en loma y con pretensión de quebrada tranquila. Calentaba sus manos,
le acobijaba el pecho, incluso hubo que moverla cuando le cerraron la boca
abierta con una media de la cuidadora. Y si bien dijo Pónganmela amí la
mandamos a callar y dejaron que la opinión de los visitantes, hermanos-hijos-nietos-bisnietos-gallada,
se formara sola en el umbral de puerta metálica, nunca se la pintamos y ahora
sí le daremos aceite. Le rezábamos a la cabecera, le tocábamos los pies bajo
las cobijas y las medias compresoras que ya ni modo, y a su rostro despedíamos
el pesar que nos reconviene, el pelón atronando los rayos al despeje de la
niebla con un letrero que es nuestro último respiro en el fangal. Desde ya se
nos arrimaba la madrecita: soplaba A ti un siniestro en Los Pantanos; a aquesta
la infección despertada y súmeme niños; a doña Rencores su bulto de cáncer, en
bolsa reutilizable; al seniorito ácido, pa bajarle las hipocrecías; y a mí el
ya acabé con ustedes, dependen el tiempo de un carcinoma. Con el padre, el
mayor, se avecinaba, por edad y susto, los calambres, el chucito, la locura
pendiente. Los rumores lo sapotearon hasta que el rayo de sol entretuvo a los fúnebres
y le dio a parecer unos ojos verdes a la prima núbil; tampoco era doblarle las
piernas-madera del segundo al primero, que allí se caería su esposa el mes
consagrado a la devoción del Santo Rosario, cinco años palante. Fueron cayendo
Las pepas seguidas, comentó un vecino, y el que aguarda el chuzón antidolores
brega por recordarlos los diciembres que bailotearon y se perdieron, con cuál
de las dijuntas, y ahora ni con ganas a despedirme del foco de la sala, el
esquinero.
Fátima, octubre
2 de 2025
___
Elipsis, Heroica Matamoros, México: Elipsis Ediciones, octubre 9 de 2025
Comentarios
Publicar un comentario