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Los compresores que soplan la burbuja no me permiten escuchar los palmarios sonidos del idioma ni la fluorescencia de una epidermis, sea la de mi hermana o la de mis padres o la de un doctor o la de un curioso; los besos que me envían los recibe un plástico intermediario que les mengua autenticidad; no he pasado sino de unos hospitales a otros hospitales; las fotos y las cintas que he recibido desde que nací las veo como se ve una rata de laboratorio... y yo soy esa rata; solo me han salvado los peluches y los cuadernillos y las orugas y los sombreros que pasaron a esta dimensión; las manos de mis instrumentalistas, o de mis progenitores, pasan por un mismo guante que es como un miembro mío para tocar mi cuerpo, para que entren seguros, si bien soy a quien protegen, a mi estancia, a mi corral, a mi parque: han hecho de este glóbulo presurizado lo posible para, trayendo lo de afuera, no envidiar lo de adentro; y yo he querido saber cómo son las cosas, de quién salen, bajo qué zodiaco esculpen sus simetrías y cómo se llaman y cómo son los que tienen para su bien ser partícipes de un eclipse o encontrar un arcoíris, no en un artículo de enciclopedia, ensamblado a un monte, y no una bata que todo lo que digo lo insume a un cuestionario.

 

San Pío X, marzo 3 de 2024


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Mutaciones, Argentina: Eos Villa, junio de 2024.

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A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

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Hombre cargando bulto , Diego Rivera, 1937 La cabeza ladeada, ¿por los costales llenos de tierra, los bultos de cemento, las piedras de moler que vende como adornos a billares (y reclama llevándoselas cuando no le suman al primer pago)?, el pantalón de dril embombado por las botas, la camisa abierta los primeros botones, un bigote desde los años en que tuvo los hijos y un dar de mano que extiende como si buscara apoyarse, tomar por la punta de un pelo la bebida. Al caminar sin nadie, habla solo, se lleva los dedos a la boca y se la delinea, se rasca el cabello corto, de un amarillo pasado al sol, y se seca la cara con la tela donde monta el bulto; es posible oír a lo lejos aparentes incoherencias que interrumpe: —¡Quiubo peinillero! Sabe el apellido de todos los que vio nacer y de los viejos que remodelan sus casas; a la nieta, cuando el papá la monta en el tanque y sale con la esposa, y Gonzaga viene de la panadería, de invitar a periquito con buñuelo al que le regaló un martillo y un...