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Mostrando las entradas de julio, 2025

Y contando

Burla el mito del domo, la mentira que dio por resultado, en ciernes desde el comienzo, vergüenza, ya intocable mérito de prestidigitadores o parlanchines: espuma condecorada, falible precisión del doctrinero, solo en término asimétrico y en embuste imperial. Traspasa la agitación del colono, su enclave perforado que ahora sí, por obra de misericordia monopolizada, se endilga la penuria en Oriente, lo tortuoso de llevar la civilización en sus costras. Y aunque «tiña de amarga coliquíntida el copioso pezón de la ubre de la tierra», la noche será iluminada por los reunidos, y desde los aires una de las estrellas no será cooptada, pasarán libres al encuentro del que en nombre de religión descarna y postra. Veremos, con brillo de supervivientes, a mitad la sangre y el desprecio, el caer de una farsa, la renuente obsesión del pastorcillo y sus ejércitos que se achicopalan ante los de su misma generación, no de pantalla y brinco, sí de barba y contrataque.   El Pedregal, junio 28 de ...

Su Día

Kaddish , Mauricio Lasansky, 1975 Fui a llevarle de regalo tres chocolates de otro regalo que no le importaba a su remitente. Había dicho, en semana, que fuera a almorzar para el Día. Y ahí estaba yo, viendo la advertencia de no señal y esperando que sirviera, sobando a la perrita, más interesada en los arroces de sobrado que en mis intentos de entretenerla. Comí solo, lavé los platos y me senté al borde de la cama a ver el televisor a oscuras, la perra jugueteando entre sus piernas acostadas y mi voz que le recordaba la pelota bajo la cama. Estuvimos así, contando las exhalaciones, repasando los marcos y pensando qué hacer ahora, con una tarde adelante y sin pretensiones de alargarla fingiendo lo que desconocíamos. Afuera, el sol calentaba el musgo de las escalas y traía fugaces risas de niños engominados, fugaces; nada nos alentaba a estar juntos, a no ser el silencio que nos separaba de la incomprensión. La perra fue a tomar agua, y con ella nosotros, a que mease.   Tres chocola...

Bloque redoblante

Agonía (detalle), Manabu Mabe, 1963 Por ocasión de la despedida, que no serás tan larga como el tiempo a sus funciones de embeleco y paseador de suelas, va a remetirse el presente a una consecución de bromas o afiches en la frente del iluso, pasión o incógnita del enclochetado, verás y creerás o paso al disminutivo, la puerquecita se resbala del caracolino y nadie la recibe, o le pasan las manos cuando su cadera ya se desentona del conjunto, formación perniciosa del que cae sin ser recibido, por mucho que llame grite y lo quieran agarran, y los brazos del ayudante que levantan al ya caído como si estuviera cayendo, pero la goma se resiente y las arrugas se enfilan y del vocablo dolor solo se entiende quítese o no siento las piernas; o el hombro en caso de trastabillar por una pierna de esqueleto, menino pasmado en hambres y sin quien le sirva a cucharadas el caldo de pollito nacido al seno de una cobija de nudos carrasposos, y ahí el dolor sería horizontal valedero de sobadas por mano ...

Dirección

AFP, 2023 El polizonte asentó la mirada en la tierra que venía. Le tocaron el hombro: un joven le preguntó por el pasado. Volviéndose, supo decirle cómo ir con menos riesgo, por quién preguntar apenas llegara. Y se quedó viéndolo irse... con él y sus derrotas.   El Pedregal, junio 21 de 2025 ___ En pocas palabras. Antología de microrrelatos súbitos , Rosario, Argentina: Laia Editora: «Antologías Hispánicas», vol. 29, julio de 2025

«Escuela Shadia Abu Ghazaleh» y «De la revista "Acuarela – Shuimo Hua". Entrevista a Lilian Raquel Constantino»

Acuarela , 2025 El escritorio, elevación jerárquica y esquema del aposento, quemado. Una silla con las patas mirando el techo; en ese escritorio ya nadie se sienta a dictar clase, a calificar tareas o a pasarle los ojos a la lista, referencia de los cuerpos que han de encontrarse ahí mismo... La parte externa es la más quemada; en la interna pueden apoyarse las hojas para firmar o anotar un pensamiento antes de que se evapore en coyunturas. También sirve para meterse debajo. Es más, es posible que haya alguien debajo, pero no, que ese alguien salga a buscar ayuda, después del trece de diciembre, en el alma de los vivos... O para montarse encima, dañarla y prenderla en leña para que el café se reparta entre todos. Allí las sombras deben tocar, trémulas y enormes, el segundo piso, las cortinas-muros, el telón que atrapa el sereno: el escritorio dando lecciones, consumiéndose para las voces nocturnas: sirviendo el encuentro de los que sobreviven.   El Pedregal, abril 13 de 2025  ...

Abono a la costumbre

Minilibros de Sonora, 2025 Son las siete y media del veintiuno de febrero; allá es veintidós. Estoy con la cortina cerrada: llovió un poco antes de las seis, escampó, volvió a llover y a escampar. Ya me hice chorizo de pollo con arepa, aguadulce y dos tostadas. Acabé la aguadulce esperando que iniciara el encuentro, pero un compañero se fijó en el cronograma: empezamos módulo el lunes con otra profesora. La monjita preguntó por ustedes. —¿Y la mamá cómo va? —Ahí; lo mismo... Y ella y todos los que preguntan saben qué es lo mismo: lo que ustedes repiten en la isla. Hasta se me hace innecesario responderles; me desquito cuando me dicen que les mande saludos. Como que se les perdió el contacto o no les llegan los mensajes o le escriben al celular que se les dañó... La razón de la abuela, el no querer volver, a este paso, la suscribo. Gallina está cargando adobes hasta las cañas de don Jesús; ahí las descarga y Miro culmina el tramo donde el señor que le organizó los quince a Camila. Tambi...

«In memoriam» Rodrigo Pérez Gil

Otraparte, 2024 Hace siete días escuchábamos a Rodrigo, en chanclas, sudadera, buzo y gorro, lejos del traje y el cuello cerrado de alguien con una monografía « sobre la geometría elemental en el Chelsea College de la Universidad de Londres » y « reseñador de libros para el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República » , como reza la solapa, hablar de que el mundo se dividía entre conformes e inconformes, dando sus últimos autos de fe con la moderación del profesor lloroso, enterado de lo que se venía. Compré el libro, hice fila « de confesión » , le dije y sacó la lengua, lo firmó con el lapicero prestado de tinta mojada y escribió lo que a todos (comparamos la dedicatoria) el trece de marzo de dos mil veinticinco: « A Alejandro, esta travesía por el matorral. Con afecto, Rodrigo » . Y, para calmarle la lloradera al moderador, leí: « A Alejandro, este travesti en el matorral » . Al irnos lo vimos bajando apoyado en la mano de un compañero; logré despedirme y medió alzó...