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Y contando


Burla el mito del domo, la mentira que dio por resultado, en ciernes desde el comienzo, vergüenza, ya intocable mérito de prestidigitadores o parlanchines: espuma condecorada, falible precisión del doctrinero, solo en término asimétrico y en embuste imperial. Traspasa la agitación del colono, su enclave perforado que ahora sí, por obra de misericordia monopolizada, se endilga la penuria en Oriente, lo tortuoso de llevar la civilización en sus costras. Y aunque «tiña de amarga coliquíntida el copioso pezón de la ubre de la tierra», la noche será iluminada por los reunidos, y desde los aires una de las estrellas no será cooptada, pasarán libres al encuentro del que en nombre de religión descarna y postra. Veremos, con brillo de supervivientes, a mitad la sangre y el desprecio, el caer de una farsa, la renuente obsesión del pastorcillo y sus ejércitos que se achicopalan ante los de su misma generación, no de pantalla y brinco, sí de barba y contrataque.

 

El Pedregal, junio 28 de 2025


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Presentado en la Acción Poética Mundial por Gaza Palestina Vencerá, Solidaridad Pueblos en Lucha de La Internacional de Escritores Insurgentes, junio 28 de 2025. Entre Paréntesis, Santiago de Chile, núm. 127, julio de 2025.


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Colado

A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

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Hombre cargando bulto , Diego Rivera, 1937 La cabeza ladeada, ¿por los costales llenos de tierra, los bultos de cemento, las piedras de moler que vende como adornos a billares (y reclama llevándoselas cuando no le suman al primer pago)?, el pantalón de dril embombado por las botas, la camisa abierta los primeros botones, un bigote desde los años en que tuvo los hijos y un dar de mano que extiende como si buscara apoyarse, tomar por la punta de un pelo la bebida. Al caminar sin nadie, habla solo, se lleva los dedos a la boca y se la delinea, se rasca el cabello corto, de un amarillo pasado al sol, y se seca la cara con la tela donde monta el bulto; es posible oír a lo lejos aparentes incoherencias que interrumpe: —¡Quiubo peinillero! Sabe el apellido de todos los que vio nacer y de los viejos que remodelan sus casas; a la nieta, cuando el papá la monta en el tanque y sale con la esposa, y Gonzaga viene de la panadería, de invitar a periquito con buñuelo al que le regaló un martillo y un...