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Aquí lo alzado

Nubes y mar contra la costa, Gonzalo José Bartha, 2018

cuidado si escuchas

una de las tonantes pisadas del niño

en la deshonra y la invasión

el estrépito de colmillares

la aventurera bala en servicio

de un remedo obediente y acorazado

hinca la siesta al aullador

a la sombra cuya espalda

fue al exilio con menos que el despojo

repartido con quienes lo reciben

la puerta cerrada y el espejo colgado

trayendo en sí la época

el estruendoso repetir misiles

que contrabandean la pax reaccionaria

establecida a escaños

y llenando de hambre no su declaración

del hueso al hierro

a la viga caída un naciente en espera

de velar la calma negada a generaciones

el llamarse por largo tiempo

sin sospechas de terrorista por habitante

engreído defensor del único heredo

contra el atropello y las causas todas de kanafani

la constante emancipación vivida entre corazas y rodajes

 

El Pedregal, julio 24 de 2025


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Presentado en el Evento Virtual Multicultural Poesía para las Naciones, Confederación Mundial Literaria Plumas y Letras de Curumaní, Bogotá, Colombia, julio de 2025. Entre Paréntesis, Santiago de Chile, núm. 128, agosto de 2024.

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A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

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Hombre cargando bulto , Diego Rivera, 1937 La cabeza ladeada, ¿por los costales llenos de tierra, los bultos de cemento, las piedras de moler que vende como adornos a billares (y reclama llevándoselas cuando no le suman al primer pago)?, el pantalón de dril embombado por las botas, la camisa abierta los primeros botones, un bigote desde los años en que tuvo los hijos y un dar de mano que extiende como si buscara apoyarse, tomar por la punta de un pelo la bebida. Al caminar sin nadie, habla solo, se lleva los dedos a la boca y se la delinea, se rasca el cabello corto, de un amarillo pasado al sol, y se seca la cara con la tela donde monta el bulto; es posible oír a lo lejos aparentes incoherencias que interrumpe: —¡Quiubo peinillero! Sabe el apellido de todos los que vio nacer y de los viejos que remodelan sus casas; a la nieta, cuando el papá la monta en el tanque y sale con la esposa, y Gonzaga viene de la panadería, de invitar a periquito con buñuelo al que le regaló un martillo y un...