Burla el mito del domo, la mentira que dio por resultado, en ciernes desde el comienzo, vergüenza, ya intocable mérito de prestidigitadores o parlanchines: espuma condecorada, falible precisión del doctrinero, solo en término asimétrico y en embuste imperial. Traspasa la agitación del colono, su enclave perforado que ahora sí, por obra de misericordia monopolizada, se endilga la penuria en Oriente, lo tortuoso de llevar la civilización en sus costras. Y aunque «tiña de amarga coliquíntida el copioso pezón de la ubre de la tierra», la noche será iluminada por los reunidos, y desde los aires una de las estrellas no será cooptada, pasarán libres al encuentro del que en nombre de religión descarna y postra. Veremos, con brillo de supervivientes, a mitad la sangre y el desprecio, el caer de una farsa, la renuente obsesión del pastorcillo y sus ejércitos que se achicopalan ante los de su misma generación, no de pantalla y brinco, sí de barba y contrataque. El Pedregal, junio 28 de ...
Alejandro Zapata Espinosa (Itagüí, Colombia, 2002): licenciado en Literatura y Lengua Castellana (Tecnológico de Antioquia); maestrando en Educación (Universidad Santiago de Cali).